"Siempre
he pensado que todos los chicos se hicieron futbolistas por el contacto con el
balón. Tenemos el deber de nunca olvidar esto. Cuando jugaba en el barrio, yo
quería el balón y luego atacar, y cuando me lo robaban, me molestaba. En esto
sí soy muy egoísta, el balón lo quiero para mí, y si el contrario lo tiene, no
le espero, se lo voy a quitar, que sepa que se lo voy a quitar, que voy a por
él. Mis equipos son un reflejo. El balón lo quiero para mí, no espero que me lo
entreguen, no espero el error, quiero provocar el error e ir a buscarles. Como
entrenador, yo vivo más tranquilo cuando juego en el campo contrario que cuando
lo hago en mi campo. Cuando estoy más cerca de mi portería tengo más miedo que
cuando me acerco a la contraria”.
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