lunes, 17 de marzo de 2014

Oscar Cano, entrenador y escritor

OSCAR CANO.

LUIS ARAGONÉS: EL HOMBRE QUE AGRANDÓ LA REALIDAD.

luis aragones2Foto: Alejandro Ruesga
“Usted y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor que ellos”. “Aquí manda usted”. Así trataba de convencer Luis Aragonés a Xavi Hernández de que era el momento de canjear el modelo que asfixió anteriormente a jugadores excepcionales como los componentes de la “quinta del buitre”, o que desplazó a Guardiola como expresión de un juego desde la pelota, para magnificar el discurso del sudor y las lágrimas.
No jugaban los mejores, sino los que se parecían más a los fornidos futbolistas de otras selecciones. No entendíamos que los demás ganaban por buenos y no por grandes.
Con el de Hortaleza, el cuero volvió a rodar entre las botas de los que mejor saben hacerlo circular, desenmascarando la implementada y absurda idea de que el equilibrio es más factible desde las diferencias que desde las semejanzas. Supimos que el balón puede estar no dividido cuando las capacidades de los que se relacionan son análogas.
Empezaron a hacerse vitales aquellos procedimientos tácticos que difícilmente pueden proceder de una pizarra puesto que los decretan los que no se dejan comparar con viciadas flechas, disciplinados triángulos o manipulados circulitos.
Desde ese social sentimiento de libertad, que aúna a los que juegan fomentando la autonomía más útil de a quienes van pasando la pelota, la selección del 2008 hizo el mejor fútbol que se recuerda en los últimos cuarenta o cincuenta años.
Nacía ante nuestros ojos algo que costaba creer debido a las creencias heredadas. Se fracturaban todas las certidumbres recibidas por nosotros en los distintos cursos que nos titulaban como entrenadores. Nuestras convicciones sufrían un duro revés, algo emergía para ampliar la realidad.
El impacto fue tal, que el valor de los centrocampistas denominados “defensivos” decreció significativamente en pos de la búsqueda casi enfermiza de “Iniestas”, “Xavis” o “Silvas”.
Luis le devolvía el juego a los que mejor lo juegan, que es sinónimo de devolvérselo a la gente que se agolpa en los asientos de cualquier graderío.
Dejó que se significaran, que gritaran en silencio quienes únicamente persiguen que se escuche el balón. Los defensores descubrieron que podían ser los primeros atacantes,mientras que los atacantes, por el nivel de circulación de pelota exhibido, pudiesen ser los primeros defensores. Germinaba un fútbol redondo, donde ataque y defensa se fundían en una unidad no dada a fraccionarse.
Posibilitó un juego que hizo trizas a los que instauraron la necesidad de ver necesarios a los que decían que el ideal futbolístico nacía de la maximización de lo condicional.
Todo aquello que se aposentaba en esa extraña realidad llamada “preparación física”, quedó hecho añicos, arrollado curiosamente por piernas delgadas, cuerpos minúsculos y reducidos desplazamientos.
Y todo ello ganando, para que no se les acabe olvidando a los grandes resultadistas, que relacionan este tipo juego como un proceso de perdedores.
Jamás sabremos lo que pasó por la cabeza del “zapatones” para que acabaran juntas sobre el terreno de juego tantas neuronas de valor incalculable, pero si que pasará a la historia del fútbol esa maravillosa forma de alcanzar la victoria.
Gracias Luis.

OSCAR CANO.

ARDA TURAN. EL ELEMENTO VERTEBRADOR.

ardaturan-A.gutierrezFoto: A. Gutiérrez
La revolución que representa el fútbol del Atlético de Madrid no está bañada únicamente en sudor y obediencia marcial al grito del “Cholo”.
Optimizar semejante cantidad de esfuerzo, prosperar como organización compitiendo hasta transgredir los límites de cada cual, requiere de reflexión. Se necesitan jugadores que le pongan la métrica a dicha doctrina. Toda obra conceptual exitosa se elabora con talento.
Las distintas combinaciones entre los movimientos de unos y otros, que pueden proyectarse en el campo de juego, deben proporcionarse para que la eficacia recubra dicho proceso.
El conjunto de la ribera del Manzanares cuenta entre sus filas con un centrocampista turcoque representa una oda al intelecto. Sin él sobre el rectángulo de juego, los de Simeone pierden gran parte de sus recursos puesto que las capacidades de los alineados se reducen sin la intervención de quien las estimula. En su ausencia, se llega con pocos, se defiende muy atrás y Thibaut Courtois se exhibe con demasiada frecuencia.
A pesar de su excepcional calidad, sabe que cada expresión personal se debe al equipo puesto que es el equipo quien le permite del mismo modo comportarse de manera tan magistral.
Cuando él agarra la pelota todo se agrega, las distintas cualidades se concilian y conspiran para la expansión de la red rojiblanca en campo rival. Se desliza como si estuviese utilizando patines para hacer que todo encaje.
Utiliza los ritmos convenientes para que cada impulso personal quede preparado para convivir con el de los demás.
Con él, los desmarques en primera oleada de Costa o Villa se convierten en definitivos, así como también es capaz de juntar las oleadas restantes y proponer otro tipo de apariciones en los espacios de finalización. La prioritaria fórmula para alcanzar el gol, consistente en verticalizar las acciones, deja de ser exclusiva. El pase horizontal forma parte del modelo de construcción de situaciones de ataque, porque curiosamente permite ser eficazmente profundos. Ya no son únicamente los primeros en llegar los que representan el peligro. Hay una sucesiva amenaza de los que aparecen un momento después.
Su cadencia argumenta la función de los Juanfran y Filipe Luis, pues les indica a qué altura deben jugar y cómo deben contribuir a la conclusión de las jugadas de ataque. Acerca al área a los centrocampistas y favorece que en caso de pérdida se pueda defender lejos del área propia.
En síntesis, Arda no es sino la esencia de la gigantesca consistencia que transmite su equipo.